EN CONFIANZA
Leoncio Moran Sánchez
Lo seguro, la inseguridad.
Generalmente las principales notas en los medios de comunicación nacionales y ahora locales tienen que ver con el tema de la inseguridad. Los mexicanos estamos viviendo esta “psicosis” que tiene mucho de realidad, pues de las primeras decisiones que el presidente Calderón tomó, fue enfrentar de manera directa al crimen organizado, aceptando públicamente la gravedad de esta situación. Fue así que decidió, en apariencia haciendo a un lado a las policías locales, hacer uso del Ejército y de la Policía Federal Preventiva, que dicho sea de paso, gran parte de estos elementos son militares vistiendo el uniforme de policías federales.
La inseguridad en México es un problema añejo, que ha ido creciendo con crímenes que se cometen, mutando a través de la historia de nuestro país, desde mi visión, en muchos casos con la complacencia de la clase política y de quienes históricamente han tenido el poder. Con lo que estamos viviendo, pareciera que en el tema de la seguridad, el Presidente de la República está perdiendo la partida o por lo menos esa es la impresión que a través de los medios de comunicación recibimos a diario, y aun cuando creo que en muchos casos, para nosotros los ciudadanos, existen argumentos sólidos para pensar de esa manera, todavía tenemos la confianza en que los reveses en la materia sean producto de los acomodos que al respecto se están dando en el país.
Enfrentar honestamente al crimen organizado no debe de ser tarea fácil, está de por medio la vida de quienes lo combaten y la de sus familias; para el presidente Calderón es una asignatura de alto riesgo porque recordemos que su periodo como presidente termina en el año 2012, y en teoría, desde hoy hasta esa fecha estará contando con un aparato de seguridad que pudiera antojarse envidiable para el ciudadano común y que le podría garantizar, en esta guerra contra la delincuencia, la seguridad de sus hijos, esposa y de su familia cercana en general. Me pregunto, ¿qué pasará después?.
Por otro lado, mientras el 2012 llega, parece que el presidente Calderón no tiene en muchos gobernadores a sus mejores aliados, aunque algunos de ellos traten de aparentar lo contrario. Muchos de los problemas de la inseguridad en México tienen qué ver con los cotos de poder en los que se han convertido los estados de la República, todos ellos comandados por los gobernadores en turno. En algunos casos se han encontrado a mandatarios estatales directamente relacionados con el narcotráfico y hasta con redes de pederastas, quienes en un pacto de conveniencia con los delincuentes dejan que en sus estados éstos puedan delinquir, convivir o por lo menos contar con la protección que brinda la impunidad y el “pitazo”, es decir, avisarles cuando las autoridades federales los tengan en la mira para que puedan huir impunemente o moverse a otro lugar seguro dentro del mismo estado.
Parece que Colima, aunque duela, está infectado por el cáncer que representa la delincuencia organizada. Aunque por mucho tiempo se ha tratado de ocultar esta realidad, los hechos sucedidos recientemente así lo demuestran. Hace algunos días, el presidente de Coparmex en Manzanillo denunció públicamente, lo que ya era un secreto a voces: “levantones” a empresarios del puerto, esto con el fin de extorsionarlos. Nadie puede negar que en los últimos meses en nuestro estado han habido hechos delictivos que poco tienen de cotidianos y que cada vez más se parecen a los que se enfrentan por conservar los territorios de poder entre bandas organizadas.
Siempre lo he dicho y hoy lo ratifico: la única manera de ganar la batalla al crimen organizado es con un pueblo educado y con oportunidades de desarrollo para todos; pero además con gobernantes que respeten la ley, que no tengan relación -familiares o de amistad- con estos grupos, y que en sus campañas políticas, para obtener recursos económicos para las mismas, no hubieran ofrecido o adquirido compromisos con ellos, que hoy como gobiernos estén pagando con protección. Sería peligroso, tan sólo pensar que eso pudiera estar sucediendo también en Colima.
Leoncio Moran Sánchez
Lo seguro, la inseguridad.
Generalmente las principales notas en los medios de comunicación nacionales y ahora locales tienen que ver con el tema de la inseguridad. Los mexicanos estamos viviendo esta “psicosis” que tiene mucho de realidad, pues de las primeras decisiones que el presidente Calderón tomó, fue enfrentar de manera directa al crimen organizado, aceptando públicamente la gravedad de esta situación. Fue así que decidió, en apariencia haciendo a un lado a las policías locales, hacer uso del Ejército y de la Policía Federal Preventiva, que dicho sea de paso, gran parte de estos elementos son militares vistiendo el uniforme de policías federales.
La inseguridad en México es un problema añejo, que ha ido creciendo con crímenes que se cometen, mutando a través de la historia de nuestro país, desde mi visión, en muchos casos con la complacencia de la clase política y de quienes históricamente han tenido el poder. Con lo que estamos viviendo, pareciera que en el tema de la seguridad, el Presidente de la República está perdiendo la partida o por lo menos esa es la impresión que a través de los medios de comunicación recibimos a diario, y aun cuando creo que en muchos casos, para nosotros los ciudadanos, existen argumentos sólidos para pensar de esa manera, todavía tenemos la confianza en que los reveses en la materia sean producto de los acomodos que al respecto se están dando en el país.
Enfrentar honestamente al crimen organizado no debe de ser tarea fácil, está de por medio la vida de quienes lo combaten y la de sus familias; para el presidente Calderón es una asignatura de alto riesgo porque recordemos que su periodo como presidente termina en el año 2012, y en teoría, desde hoy hasta esa fecha estará contando con un aparato de seguridad que pudiera antojarse envidiable para el ciudadano común y que le podría garantizar, en esta guerra contra la delincuencia, la seguridad de sus hijos, esposa y de su familia cercana en general. Me pregunto, ¿qué pasará después?.
Por otro lado, mientras el 2012 llega, parece que el presidente Calderón no tiene en muchos gobernadores a sus mejores aliados, aunque algunos de ellos traten de aparentar lo contrario. Muchos de los problemas de la inseguridad en México tienen qué ver con los cotos de poder en los que se han convertido los estados de la República, todos ellos comandados por los gobernadores en turno. En algunos casos se han encontrado a mandatarios estatales directamente relacionados con el narcotráfico y hasta con redes de pederastas, quienes en un pacto de conveniencia con los delincuentes dejan que en sus estados éstos puedan delinquir, convivir o por lo menos contar con la protección que brinda la impunidad y el “pitazo”, es decir, avisarles cuando las autoridades federales los tengan en la mira para que puedan huir impunemente o moverse a otro lugar seguro dentro del mismo estado.
Parece que Colima, aunque duela, está infectado por el cáncer que representa la delincuencia organizada. Aunque por mucho tiempo se ha tratado de ocultar esta realidad, los hechos sucedidos recientemente así lo demuestran. Hace algunos días, el presidente de Coparmex en Manzanillo denunció públicamente, lo que ya era un secreto a voces: “levantones” a empresarios del puerto, esto con el fin de extorsionarlos. Nadie puede negar que en los últimos meses en nuestro estado han habido hechos delictivos que poco tienen de cotidianos y que cada vez más se parecen a los que se enfrentan por conservar los territorios de poder entre bandas organizadas.
Siempre lo he dicho y hoy lo ratifico: la única manera de ganar la batalla al crimen organizado es con un pueblo educado y con oportunidades de desarrollo para todos; pero además con gobernantes que respeten la ley, que no tengan relación -familiares o de amistad- con estos grupos, y que en sus campañas políticas, para obtener recursos económicos para las mismas, no hubieran ofrecido o adquirido compromisos con ellos, que hoy como gobiernos estén pagando con protección. Sería peligroso, tan sólo pensar que eso pudiera estar sucediendo también en Colima.
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